Perdí muchas cosas en el camino. Por mala suerte o falta de valor nunca pude recuperarlas. Perder partes de uno mismo te enseña lo que realmente vale la pena. Valorar lo imprescindible, más allá de cualquier prejuicio, te predispone a mirar la vida y las personas más allá de lo que son. Aunque nunca recuperes las perdidas y las ganancias no sean buenas, siempre se mira adelante y se espera encontrar a la vuelta de la esquina una mejor manera de enfrentar lo perdido.
Siempre es levemente siniestro volver a los lugares que han sido testigos de un instante de perfección.