A veces siento esas incontroladas ganas de volar, de despegar e irme bien lejos, de perderme en los ojos de alguien y soñar. Volar de a dos, sin que eso se convierta en una caída libre para dos.
Esa sensación pura y, casi, idílica que se expresa al sentirte acompañado. Es como si necesitaras un complemento, se puede volar de a uno pero no tan alto como se vuela de a dos. No se consiguen los mismos cielos, ni los mismos sueños.
Cuando el viento te pega en la cara, y respiras el aire tan puro que jamas pensaste respirar; cuando te oxigenas de cuerpo y alma; cuando te liberas de todas las angustias existenciales; cuando vomitas la bronca y el odio; cuando dejas de conformarte, es ahí, justo ahí cuando flotas y podes comenzar a volar. Convertirte en una persona alada es una de las cosas más gratificantes que te puede suceder, o al menos para mi lo fue.
Esa sensación pura y, casi, idílica que se expresa al sentirte acompañado. Es como si necesitaras un complemento, se puede volar de a uno pero no tan alto como se vuela de a dos. No se consiguen los mismos cielos, ni los mismos sueños.
Cuando el viento te pega en la cara, y respiras el aire tan puro que jamas pensaste respirar; cuando te oxigenas de cuerpo y alma; cuando te liberas de todas las angustias existenciales; cuando vomitas la bronca y el odio; cuando dejas de conformarte, es ahí, justo ahí cuando flotas y podes comenzar a volar. Convertirte en una persona alada es una de las cosas más gratificantes que te puede suceder, o al menos para mi lo fue.