Perdí muchas cosas en el camino. Por mala suerte o falta de valor nunca pude recuperarlas. Perder partes de uno mismo te enseña lo que realmente vale la pena. Valorar lo imprescindible, más allá de cualquier prejuicio, te predispone a mirar la vida y las personas más allá de lo que son. Aunque nunca recuperes las perdidas y las ganancias no sean buenas, siempre se mira adelante y se espera encontrar a la vuelta de la esquina una mejor manera de enfrentar lo perdido.
Piernas de enredadera, mirada dura como pan de ayer. Sonrisa de madera, tallada para quien la quisiera ver. Manitos congeladas, piecitos fríos como el invierno. Quien no sepa abrazarla se va a pasar la noche al infierno.